Las habréis escuchado y leído cientos de veces "si puedes soñarlo, puedes hacerlo", "las mejores cosas les pasan a quienes van a por ellas", "sé positivo y todo saldrá bien". Estas son solo algunas de las frases propias del pensamiento positivo. Este movimiento se basa en la creencia de que si mantenemos un pensamiento positivo nos pasarán cosas buenas, conseguiremos todas nuestras metas y estaremos más saludables.
La teoría puede sonar muy bonita, y desde luego no tiene nada de malo ser positivo. Lo que sí puede tener algo de malo es vernos obligados a ser positivos constantemente, o creer que de que lo seamos o no dependerá todo lo que nos pase en la vida. E incluso culpar a la gente de las cosas malas que le pasan porque "no tienes una actitud positiva". La realidad es que el pensamiento positivo puede llegar a ser una tiranía.
El pensamiento positivo no te hace estar más sano
Vamos a dejarlo claro, ser felices no está relacionado con vivir más o menos. Una investigación realizada en 2015 con una muestra de más de 700.000 mujeres encontró que, una vez que se hace un control correcto de otras variables posible, la felicidad no tiene efecto sobre la mortalidad. Obviamente, si somos felices posiblemente vivamos un poquito más animados, pero no necesariamente más.
Mantener un pensamiento positivo no influye nunca en que contraigamos o nos curemos de enfermedades
Por supuesto, tener pensamientos negativos tampoco te hace estar menos sano y mucho menos influye en que puedas llegar a padecer algún tipo de enfermedad física. Hay quien incluso ha llegado a sugerir que nuestros pensamientos pueden influir en que tengamos cáncer o en que nos curemos o no de dicha enfermedad. Obviamente, nuestro estado de ánimo puede afectar a cómo vivamos la enfermedad, pero nunca influirá en si nos curamos o no, como han encontrado numerosos estudios.
Sin embargo, el pensamiento positivo nos acaba haciendo únicos responsables de nuestro bienestar tanto emocional como físico negando, incluso, otras variables que puedan afectar a nuestro malestar. Esto puede resultar peligroso para nuestra salud, si dejamos sin evaluar estas otras variables o no recibimos el tratamiento adecuado para ellas.
No solo eso, sino que pretender ser feliz y positivo todo el tiempo, pase lo que pase, nos lleva a otro problema: la represión de las emociones negativas.
La importancia de aprender a regular (todas) nuestras emociones
Los seres humanos tenemos un rango muy amplio de emociones, sensaciones y sentimientos y eso es bueno. En esta variedad de emociones podemos encontrar las que se consideran positivas, como la alegría, la ilusión, la confianza, el optimismo, la decisión y un largo etc. Pero también podemos encontrar otras negativas como la tristeza, la desilusión, la desconfianza, la inseguridad, o el miedo. E incluso algunas más neutras como la indiferencia.
Pretender ser siempre positivos supone negar y reprimir todas nuestras demás emociones y hacerlo puede conllevar problemas graves. Si no aprendemos a aceptar, tolerar y manejar nuestras emociones negativas, no seremos capaces de abordar de manera adaptativa y funcional las desgracias que nos puedan ocurrir. Esto puede acabar en desequilibros emocionales que nos acaben generando ansiedad o incluso depresión.
Es igual de importante aprender a regular nuestras emociones positivas además de las negativas
Los seres humanos tenemos la capacidad de regularnos emocionalmente y esta capacidad es de importancia vital para mantener una adecuada salud mental. El problema es que tendemos a pensar que las únicas emociones que tienen que ser reguladas son las negativas para hacerlas menos desagradables, mientras que las positivas no hace falta regularlas. Error.
Según algunas investigaciones, las emociones positivas sin ningún tipo de regulación podrían estar relacionadas con, por ejemplo, el consumo abusivo de alcohol, con algunas dificultades de aprendizaje o incluso con problemas de juego. Por el contrario, sentirse mal a veces es necesario y cumple una función biológica que no deberíamos negar.
Lo más adecuado, por tanto, sería aprender a aceptar y regular nuestras emociones - tanto las positivas como las negativas - para que resulten adaptativas, en lugar de negar y reprimir unas en beneficio de otras.
¿Es mejor, entonces, no ser positivos?
No exactamente. Pero tampoco pasa nada por no serlo constantemente o por sentirnos tristes cuando la ocasión lo requiere. Lo adecuado es tener un equilibrio e intentar mantener una positividad dentro de nuestra realidad. Por ello, existen mensajes positivos que sí pueden ser beneficiosos, cuando se basan en realidades concretas y específicas.
Imaginemos, por ejemplo, que estamos desanimados con nuestro desempeño en el trabajo o con nuestras relaciones sociales. Negar ese malestar o pensar "si lo deseo con mucha fuerza conseguiré ser jefe" o "si no me rindo tendré amigos" probablemente no sirva para nada más que para causarnos frustración cuando no ocurra.
Sin embargo, aceptar que nos sentimos mal, analizar por qué nos sentimos mal y pensar qué queremos cambiar y qué se nos da bien "soy bueno escuchando a la gente", "se me da bien dirigir un equipo" y trabajar sobre ello puede resultar mucho más efectivo a la hora de ser productivos y alcanzar nuestras metas que repetirnos mantras inespecíficos basados en metas irrealizables.
Imágenes | Pexels, Unsplash
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La noticia La tiranía del pensamiento positivo: por qué ser siempre positivo y reprimir las emociones negativas puede pasarte factura fue publicada originalmente en Vitónica por Iria Reguera .
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