A diferencia de lo que muchos creen, la disfunción eréctil no es la incapacidad de conseguir una erección, sino la incapacidad de mantener la intensidad y duración suficiente para mantener una relación sexual satisfactoria. Afecta al 8% de los hombres entre 20 y 30 años de edad, llegando al 37% a partir de los 70 y su aparición podría predecir un evento cardiovascular con hasta 4 años de antelación. El principal problema es que, por tratarse de un tema tabú, por falta de información, o bien porque muchos lo solucionan automedicándose, menos de la mitad de aquellos que la padecen lo consultan con su médico.
Diversas revisiones sistemáticas de la literatura científica han relacionado actividad física de carácter aeróbico con la mejora de la sintomatología, disminución del riesgo cardiovascular y retraso en la aparición. Sin embargo, una revisión sistemática y metanálisis reciente publicada en el British Journal of Sports Medicine, sugiere que todo ejercicio, aeróbico o con resistencias, podría ser válida.
Aún cuando la evidencia sobre los diferentes mecanismos que podrían ayudar a través del ejercicio no es sólida, cada vez hay más estudios que lo relacionan la función de los músculos del suelo pélvico. En caso de que su contracción sea la adecuada, evita el retorno venoso desde el pene e incrementa e incrementa la presión facilitando que se alcance la erección deseada, durante el tiempo adecuado. Además, un estudio observó mediante EMG un mejor funcionamiento de estos músculos en hombres que no padecían disfunción eréctil frente a aquellos que si la padecían. También se ha demostrado que el ejercicio aeróbico genera una serie de adaptaciones en cadena que, además de mejorar la salud cardiovascular, aumenta la presencia de óxido nítrico en el pene, facilitando la erección.
En caso de que se deba proceder a una prostatectomía radical, consistente en la extracción de la próstata, un metanálisis reciente demuestra que el ejercicio aeróbico antes de la cirugía obtiene mejores resultados de cara a recuperar la continencia urinaria que si se inicia el ejercicio después de la cirugía. Además, quienes han pasado por una prostatectomía no radical, y sufren a raíz de ello disfunción eréctil, el ejercicio aeróbico parece ser mucho más eficaz que los ejercicios específicos de suelo pélvico.
Es importante resaltar que la revisión que nos ocupa NO se centró en ejercicios específicos de suelo pélvico, sino en cualquier tipo de actividad física de carácter aeróbico. Contrariamente a lo que se trata de transmitir desde algunas corrientes que se centran en el trabajo de la musculatura del suelo pélvico, el ejercicio aeróbico de intensidad alta y moderada, así como el trabajo de fuerza, podría beneficiar a aquellos que sufren disfunción eréctil en mayor medida que los ejercicios específicos de suelo pélvico que NO han demostrado una mejora significativa.
Disfunción eréctil como marcador de riesgo cardiovascular
Hace unas semanas vino a verme un cliente con una marcada obesidad. Cuando le pregunté, antes de que nuestro médico deportivo le hiciera el reconocimiento de aptitud deportiva, me dijo que, además del sobrepeso, padecía hipertensión arterial desde hacía muchos años y que, recientemente, empezaba a perder el control de la glucemia anticipando una deriva que, si no ponía remedio, acabaría seguramente en diabetes tipo II. Cuando esto ocurre, recibe el nombre de síndrome metabólico y es un claro marcador de riesgo cardiovascular. Esto es algo que mucha gente sabe y que a pocos sorprenderá.
No obstante, lo que pocos saben es que, si le sumamos la disfunción eréctil, se trataría de un síntoma centinela, un marcador precoz, que multiplica el riesgo de evento cardiaco, cerebral y vascular, como puede ser un infarto de miocardio o un ictus con hasta 4 años de antelación. Por desgracia, tal y como decía, y por la razón que sea, pocos lo consultan con un médico especialista, en este caso un urólogo. Tampoco con su cardiólogo que podría advertirle del riesgo.
Un metanálisis publicado en 2011 en el Journal of the American College of Cardiology considera la disfunción eréctil como un equivalente de enfermedad cardiovascular. Comparten factores de riesgo como sedentarismo, tabaquismo o el síndrome metabólico que mencionaba anteriormente. Todos los factores anteriormente mencionados provocan daños en los vasos sanguíneos siendo los del pene especialmente sensibles. Más al menos que vasos más grandes como los que nutren al corazón o al cerebro. De ahí que la disfunción eréctil pueda anticipar enfermedades cardiovasculares varios años antes de que se manifiesten claramente pudiendo llegar a ser letales.
Puesto que no todos los casos de disfunción eréctil tienen una causa vascular, la especialidad más adecuada para identificar las causas y poner el tratamiento es la Urología. En caso de que se identifique una causa vascular, y si así lo considera, es el urólogo quien derivará al paciente al cardiólogo.
Terminando con la historia que originó este artículo, algunos os preguntaréis cómo acabó. Pues bien, preguntar a alguien si padece disfunción eréctil, sobre todo si no eres médico, es complicado. Hay que ser listo y hacerle llegar la información para que sea él quien tome las decisiones oportunas. En este sentido, cuando alguien viene con evidente obesidad, se le pregunta por su tensión arterial debido a la estrecha relación existente y porque, de padecerla, puede ser una de las patologías que más afectaría a la planificación y desarrollo diario del entrenamiento. Si la respuesta es afirmativa, independientemente de que esté medicado o no, controlado o no, preguntamos por la glucemia. En caso de que no esté controlada o padezca diabetes, se habrá cerrado el círculo del síndrome metabólico teniendo un marcador importante de riesgo cardiovascular que requerirá evaluación médica por parte de un especialista.
Llegado este punto es importante abordar el tema de la disfunción eréctil. Es importante resaltar que no es necesario ni recomendable preguntar directamente puesto que lo último que queremos es ahuyentar o que se sienta incómodo una persona que por fin ha decidido hacer algo de actividad física. En su lugar, se le informa de qué es un síntoma centinela, y de la importancia de que, en caso de que apareciera, lo comente con un urólogo o cardiólogo debido al riesgo que está anticipando. En este punto habrá quien no lo padecerá pero contará con una información valiosa que podrá utilizar en el futuro. De entre aquellos que lo padezcan habrá quien así lo confesará y quien lo negará pero el trabajo está hecho.
Este cliente concretamente me dijo que en su última revisión de hacía 6 meses todo había salido bien y que fue el cardiólogo quien le había animado a empezar un plan de acondicionamiento físico al observar que se empezaba a perder el control sobre la glucemia. También me dijo que más recientemente había empezado a notar problemas de erección con una nueva pareja pero que no le había dado importancia al solucionarlo con una pastilla. Preocupado volvió a concertar una cita con su cardiólogo, quien descubrió algo que no se había observado hasta el momento. Hasta que se hicieran las pruebas necesarias que aclararan la gravedad del asunto, le prohibió realizar ejercicio. Aunque posiblemente fuera casualidad, el cliente me llamó y me dio la gracias. Jamás me he sentido mejor perdiendo un cliente.
Referencias
- Silva, AB et al. Physical activity and exercise for erectile dysfunction: systematic review and meta-analysis. Br J Sports Med 2016; 0:1-7
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