¿Alguna vez has cogido una bayeta de la cocina y estaba más pegajosa que una mesa de instituto por debajo? Es prácticamente seguro que te hayas topado con los temidos biofilms, uno de los enemigos número uno en la industria alimentaria y también en el corazón de nuestros hogares.
Los biofilms son formas de resistencia bacteriana muy difíciles de eliminar. Es algo así como si los patógenos se protegieran con un escudo férreo, prácticamente indestructible, que los protege y les permite hacer todo tipo de maldades en tu fregadero. Una vez que los biofilms aparecen es muy difícil eliminarlos, ya que resisten prácticamente cualquier tipo de tratamiento de desinfección, incluso la lejía.
Las maldades de los biofilms
¿Quieres saber cómo se forma un biofilm? Cuando dejas el táper lleno de mugre o los cubiertos durante varios días en el fregadero sin un atisbo de higiene, entonces las bacterias comienzan a agruparse. Ven alimento por todos lados, por lo que se ponen las botas y comienzan a generar una película protectora a partir de algunas proteínas y exopolisacáridos —es decir, azúcares que generan de forma externa.
De esta forma, las bacterias se aseguran un caparazón protector al más puro estilo tortuga que los protege frente a casi cualquier método que se nos ocurra para acabar con ellas. Ni la lejía, ni el jabón, ni tan siquiera las altas temperaturas pueden frenar su existencia. Por ello, cuando cogemos una bayeta pegajosa y babosa no es que esté sucia —que seguramente también— sino que ha desarrollado biofilms y ya no hay vuelta atrás.
Si comenzamos a pasarla por toda la encimera de la cocina, el fregadero o incluso la mesa donde comemos para quitar las migajas de pan, estaremos esparciendo todos esos microorganismos patógenos más allá de sus fronteras primigenias. Una terrible hecatombe microbiológica que puede costarnos más de una intoxicación alimentaria.
Bayetas y estropajos: su ubicación fetiche
Los biofilms no son exclusivos del ámbito alimentario. De hecho, estas películas bacterianas aparecen con gran frecuencia en la naturaleza. Por ejemplo, en la superficie de las rocas de un riachuelo o en nuestras propias encías. El término “biofilm” en sí mismo no es problemático. Lo peligroso es cuando las bacterias que lo conforman son patógenos.
Estos biofilms pueden formarse en elementos de uso cotidiano como los estropajos y las bayetas, por lo que su renovación frecuente es más que recomendable. No parece demasiado descabellado renovar estropajos y bayetas una vez a la semana si les damos un uso constante, o de forma quincenal si trabajamos con otros elementos como el lavavajillas y el uso no es tan diario.
De igual forma, algunos usuarios optan por higienizar los estropajos hirviéndolos en ollas de agua caliente. Otros sin embargo escogen la lavadora como ubicación higienizante para dichos utensilios. Sin embargo, estas técnicas podrían no alcanzar las temperaturas adecuadas en todo el objeto para garantizar la higiene. Además, algunas investigaciones han concluido que no se trata de buenas técnicas para limpiar adecuadamente los estropajos y las bayetas. Pueden servir para disminuir la carga microbiana, pero en ningún caso se asegura la destrucción completa de los biofilms: son capaces de resistir lo que les eches.
Prevenir es la única solución contra los biofilms
Entonces, ¿no hay ninguna forma de evitar este desastre? Bueno, realmente podemos seguir algunos consejos encaminados a alargar la vida útil de nuestros estropajos y bayetas para retrasar todo lo posible la aparición de los biofilms. Por ejemplo, sumergiendo tras cada uso estos utensilios en un recipiente con lejía. Aunque la lejía no destruye por completo los biofilms una vez que han aparecido, sí que puede servir para disminuir la carga microbiana del entorno y, por tanto, prevenir la formación de biofilms.
Es una buena forma de arañar algo de tiempo hasta que aparezca el caos microbiano. Por lo demás, no hay grandes soluciones que aportar. El principal consejo es evitar la situaciones que favorecen la presencia de biofilms: por ejemplo, enjuagar los platos y cubiertos antes de depositarlos en el fregadero o limpiarlos lo antes posible para evitar que la suciedad esté mucho tiempo presente. No los dejes una semana a la intemperie llenos de restos de tomate frito. Si a ti te gusta la lasaña, recuerda que a las bacterias también. Así que mejor no les dejes restos en el borde del plato.
Como decíamos, por lo general no merece la pena arriesgarse. La opción más segura siempre va a ser tirar estropajos y bayetas a la basura y renovarlos por otros limpios y nuevos. Es una medida que, desgraciadamente, choca bastante con la sostenibilidad. Y es algo que impulsa a los consumidores a buscar otras técnicas de higiene sobre sus estropajos y bayetas. Sin embargo, con la seguridad alimentaria no se juega. A veces tenemos que renunciar a ciertas cosas a cambio de proteger nuestra salud. Es una faena, pero las bacterias no atienden a razones.
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La noticia Biofilms: el peligro de no cambiar tus bayetas y estropajos a tiempo fue publicada originalmente en Vitónica por Mario Sánchez .
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