Seguro que lo has oído o leído en algún sitio: que el aspartamo, un edulcorante sustitutivo del azúcar es peligroso, que causa cáncer, que muchos refrescos lo contienen (la Cocacola Light suele ser el ejemplo más utilizado) y no piensan dejar de hacerlo por los beneficios económicos, conchabados con las autoridades y sin importarle a nadie que pongan en riesgo la vida de los consumidores.
Como teoría conspiranoica no está mal (tampoco es, sinceramente, la más imaginativa que he oído), pero vamos a poner un poco de orden en este mejunje de bulos y despropósitos pseodocientíficos y legales. Esto es todo lo que se sabe hasta ahora del aspartamo, el edulcorante más polémico (con permiso de la estevia).
El descubrimiento del aspartamo
El aspartamo es un compuesto edulcorante descubierto por casualidad en 1965 por el químico y farmacéutico James M. Schlatter: estaba investigando un medicamento contra las úlceras de estómago y por accidente se derramó parte de un preparado en la mano. No se dio cuenta, y cuando se llevó los dedos a la boca, se dio cuenta de que tenían un sabor muy dulce.
El preparado era un polvo blanco e inodoro derivado de dos aminoácidos: el ácido aspártico y la fenilanina. Tiene un poder edulcorante 200 veces mayor que el del azúcar, pero con mucha menos carga calórica, de forma que se puede utilizar en refrescos, postres y dulces en general sin que aporte tantas calorías como el azúcar.
Tiene también algunas ventajas respecto a otros edulcorantes, como la sacarina. En concreto, no tiene el regusto amargo que deja la sacarina, pero a cambio, su sabor es más inestable, ya que puede reaccionar con otros ingredientes de un plato o al calentarse.
¿Qué ocurre cuando lo ingerimos?
A día de hoy consumimos aspartamo más a menudo de lo que creemos, ya que está presente en bebidas edulcoradas y platos dulces que no requieren mucho calor. También se encuentra en algunos medicamentos en forma de jarabe para mejorar su sabor.
Una vez en nuestro organismo, el aspartamo es procesado y descompuesto en ácido aspártico, fenilanina y metanol
Una vez en nuestro organismo, el aspartamo es procesado y descompuesto en ácido aspártico, fenilanina y metanol. Aunque el metanol en grandes cantidades es nocivo para el cuerpo humano, las cantidades derivadas del aspartamo que podamos ingerir de forma habitual son ínfimas, y mucho menores de las que terminan en nuestro cuerpo como resultado de otros productos que consumimos habitualmente sin preocuparnos por ello.
El ácido aspártico y la fenilanina, por su parte, están presentes en muchos otros alimentos ricos en proteínas, y no suponen ningún problema para la salud, excepto para aquellas personas que padecen fenilcetonuria, un trastorno genético que impide el correcto procesamiento de parte de la fenilanina y por el que se recomienda reducir su ingesta y, por tanto evitar completamente el aspartamo.
¿Es seguro el aspartamo?
El aspartamo, como todos los aditivos, es considerado seguro dentro de los límites determinados por las agencias de seguridad alimentaria de cada país (en España y la UE, la EFSA lo ha fijado en 40 mg por kilo al día, el mismo que establece la FAO y un poco por debajo de la FDA americana, que lo sitúa en 50 mg por kilo).
Además, es uno de los aditivos alimentarios más estudiados y por tanto más seguros. Esto se debe a que es a menudo relacionado con el riesgo de padecer cáncer. Aunque esos estudios han descartado esa relación el bulo nunca ha dejado de correr.
Por qué has oído que el aspartamo da cáncer
"Si las agencias de seguridad dicen que el aspartamo es seguro, ¿por qué he oído que tomar aspartamo da cáncer?", te estarás preguntando. Bien, déjame por empezar aclarándote, para simplificar, que el aspartamo NO da cáncer. Diversos estudios científicos y sus consecuentes revisiones han determinado que hasta la fecha no hay evidencias que sustenten esa supuesta relación.
Bien, déjame por empezar aclarándote, para simplificar, que el aspartamo NO da cáncer.
Fue en 2005 cuando nació esta idea. Un estudio realizado en ratones por el científico italiano Morando Soffritti aseguraba que un consumo de unos 20 miligramos por kilo era suficiente para aumentar significativamente el riesgo de las hembras de padecer linfomas y leucemia. En sus conclusiones, Soffritti hacía un llamamiento para que sobre todo niños y embarazadas evitasen el espartamo.
En 2010, el científico volvía a publicar otro artículo en el que de nuevo concluía que existe una relación entre el aspartamo y un mayor riesgo de padecer algunos tipos de cáncer. Ambas investigaciones sirvieron como desencadenante de un miedo al aspartamo que para muchos aun continúa.
Por qué no debes temer al aspartamo
A raíz de los estudios de Soffritti, la EFSA y la FDA, máximas responsables de la seguridad alimentaria en la UE y en EEUU, revisaron sus resultados y reevaluaron sus conclusiones sobre la seguridad del aspartamo.
Ambas concluyeron que las investigaciones publicadas adolecían de graves errores en el diseño y desarrollo de sus experimentos, y hasta la fecha no han considerado oportuno modificar sus recomendaciones en cuanto a la cantidad diaria máxima que es segura para el ser humano.
¿De dónde sale esta contradicción?
Pues de que el cáncer es una enfermedad muy compleja y no es fácil determinar si algo en concreto la causa. Hay dos tipos de investigaciones que los científicos pueden llevar a cabo para determinar si un producto como el aspartamo tiene efectos cancerígenos. Uno de ellos, llevado a cabo en laboratorios, consiste en exponer a animales, en principio a ratones, a grandes cantidades del compuesto en cuestiones para observar si eso afecta de alguna forma a su salud.
Las conclusiones no deben ser tomadas como una referencia inequívoca, porque no siempre lo que afecta a los ratones afecta también a los humanos, y viceversa, pero sí es una buena forma de evaluar los posibles efectos de un producto antes de que este llegue masivamente al público en general.
Otro tipo de estudios consisten en comparar los ratios de cáncer en un grupo de población expuesto a una sustancia con los de otro no expuesto, o con los que se atribuyen a la población general. Pero estos estudios tampoco son perfectos: son difíciles de interpretar porque puede haber otros factores que influyan en los resultados y no estén identificados.
Otras investigaciones sobre aspartamo y cáncer
Además de los estudios considerados defectuosos y por tanto poco fiables de Soffritti, se han llevado a cabo más investigaciones para confirmar o descartar la relación entre aspartamo y cáncer.
Uno de los primeros estudios al respecto sugería que se había experimentado un aumento en los casos de tumor cerebral en EEUU desde los años 80, y que la causa podía estar relacionado con la expansión del consumo de aspartamo. Sin embargo, según el Instituto Nacional de Cáncer, el aumento en esos casos comenzó a principios de los 70, años antes de que se usase el aspartamo, y gran parte de ese aumento se registró en personas de 70 años o más, un grupo que no consumía especialmente aspartamo, lo que hizo desestimar ese vínculo como poco probable.
En el mayor estudio realizado sobre este tema hasta la fecha, los investigadores del INC analizaron los ratios de cáncer en más de 500.000 adultos. Comparando los datos de las personas que consumían a menudo bebidas y otros productos edulcorados con aspartamo, no hallaron una diferencia sirgnificativa en los casos de linfomas, leucemias o tumores cerebrales respecto a las personas que no consumían esos productos.
La seguridad absoluta no existe: el veneno está en la dosis
Periódicamente sale en las noticias alguien fallecido por beber demasiada agua. ¿Cómo puede ser? Si beber agua es el ejemplo perfecto de una conducta sana y saludable, ¿no? Pues porque nada es inocuo o venenoso en sí mismo, sino que el veneno está en la dosis.
Es lo que ocurre con el aspartamo, un producto totalmente inocuo según todos los datos y estudios de los que disponemos hasta la fecha (y son muchos) siempre que su consumo se mantenga por debajo de las dosis máximas diarias recomendadas.
Imágenes: iStock
En Vitónica | ¿Qué es el aspartamo?
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La noticia Todo lo que sabemos sobre el aspartamo, el edulcorante más polémico fue publicada originalmente en Vitónica por Rocío Pérez .
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