El cambio climático, causante del calentamiento global que vivimos ahora mismo, es uno de los mayores problemas a los que enfrentamos. Irremediablemente unida está nuestra alimentación.
Qué consumimos, cuánto y cómo son parámetros que afectan a la contaminación y el impacto ambiental que producimos. ¿Quieres poner tu granito de arena? Lo mejor de esta relación es que podemos emplearlo en nuestro beneficio a la vez que combatimos, un poco, contra el cambio climático. ¿Cómo podemos hacerlo?
Come menos carne
Comencemos con el primero de los consejos: reducir la cantidad de carne en nuestra dieta afecta, directamente, al cambio climático. ¿Por qué? La industria ganadera está directamente implicada en la producción de una increíble cantidad de gases de efecto invernadero. Se estima, actualmente, que es necesario reducir el consumo de carne para poder disminuir gran parte de ese impacto ambiental.
La digestión del ganado produce una gran cantidad de metano y otros gases precursores de contaminación. La enorme cantidad de ganado que necesitamos alimentar para mantener los niveles de carne en nuestra sociedad resultan abusivos. Además, implican la disminución de zonas verdes y bosques, lo que afecta al sumidero de carbono
No hace mucho, la ONU lanzaba un comunicado sobre la necesidad de cambiar nuestros patrones alimenticios. Esto tendría varios resultados. Como ya os hemos comentado en numerosas ocasiones, serviría para mejorar nuestra calidad de vida y salud. Por otro lado, también ayudaría a controlar las emisiones producidas por la ganadería, lo que implica unas 11.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero.
Desperdicia menos alimentos
De nuevo, existen datos claros, sustentados por la mismísima FAO, de que el desperdicio de alimentos es uno de los principales factores en la producción de gases de efecto invernadero. Esto tiene varias razones de ser. La primera es que el toda producción alimentaria tiene asociada una huella de carbono relacionada con el proceso, la manipulación y el transporte. Una huella que no sirve para nada en el momento en el que tiramos la comida.
Además, duplica el gasto, ya que desperdiciamos la comida que otra persona podría utilizar, reduciendo aún más el impacto ambiental. Por otro lado, el propio desperdicio tiene su propia huella de carbono ya que hay que gastar energía, y producir un impacto ambiental, para deshacerse del desperdicio o reciclar los materiales que lo contienen. Desperdiciar es una opción contaminante, egoísta y absurda. Recuérdalo cuando estés en el supermercado.
Compra comida local
Una de las principales huellas de carbono relacionadas con la comida se encuentra en el transporte. La producción de plásticos para la logística, el consumo de combustible, la refrigeración... todo en el proceso implica contaminación. Esta se agranda a medida que lo hace la distancia máxima a la que se encontraba el alimento de nuestro supermercado.
Esto es importante entenderlo porque existe una curiosa paradoja con la comida ecológica ya que su producción, aunque está ligada, en principio, a una premisa más "ecológica", valga la redundancia, lo cierto es que no tiene por qué ser así, para nada. Es mucho más ecológico, en términos de huella de carbono, un fruto producido localmente, bajo unas condiciones respetuosas con el medio ambiente, pero sin sello, que uno denominado "bio", que proceda de otro país.
Lo importante, como decíamos, es el impacto general que produce. Así que de nada sirve un sello rimbombante si lo único que significa es que ha pasado los controles legales para obtenerlo y luego ha viajado miles de kilómetros a bordo de un enorme y contaminante carguero. Busca, cuando sea posible, los alimentos producidos cerca.
Muchos alimentos podrían perderse
Es importante que entendamos que el cambio climático es un tema que nos afecta en los dos sentidos. No solo podemos ayudar a mitigarlo. Sus largos dedos afectarán directamente a qué podemos comer y qué no en un futuro no muy lejano. Con la subida de temperaturas están desapareciendo un sinfín de especies que nos proporcionan materiales alimenticios.
También hay un montón de ecosistemas que se están volviendo menos productivos, lo que implica hacer un mayor esfuerzo o reducir el entorno natural de otros ecosistemas debido a la subida de temperatura. Como consecuencia, esto implica una mayor huella de carbono en este proceso. En el peor de los casos, ni siquiera es eso: es perder alimentos debido al impacto ambiental a medio y largo plazo.
Entre los alimentos que vamos a ver afectados está el cacao, cuya producción está en peligro, el maíz, la uva o la cebada y el trigo. No son elementos baladís. Hablamos de que el calentamiento global nos va a quitar o reducir la producción de algunos de los elementos alimenticios más importantes que conocemos.
¿Podemos cambiar esto con solo cambiar nuestra forma de comprar? El problema es mucho más grande y grave que eso, desde luego. Suponer que vamos a solucionarlo simplemente por comprar mejor, es de un simplismo ridículo. Sin embargo, si todo el mundo pusiera su grano de arena, tendría consecuencias. Además, impulsaría una evolución económica que ayudaría a los grandes actores políticos y económicos a tomar medidas. Y, recordemos, que si todo esto no nos parece suficiente, siempre tenemos la siguiente excusa: estaremos pendientes de comer mejor, y más sano.
Imágenes | Unsplash
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La noticia Alimentación sostenible y saludable: cómo hacer frente al cambio climático desde el supermercado fue publicada originalmente en Vitónica por Santiago Campillo .
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