En todos los retos que nos proponemos en la vida, sobre todo cuando supone un cambio de hábitos, llega un momento en el que la cosa se complica. Cuando eso ocurre, podemos elegir rendirnos o podemos perseverar, asumir que ha sido un bache y seguir. Lo hemos visto en las películas numerosas veces y yo, aunque menos dramáticamente, lo he sufrido durante esta semana siguiendo el reto real food.
Tal y cómo os hemos ido contando durante las últimas semanas, el 1 de febrero comencé a seguir el reto que propone Carlos Ríos en sus redes sociales de pasar 30 días comiendo comida real. La idea detrás de este reto consiste en comenzar a basar nuestra alimentación en verduras, frutas frescas, legumbres, carnes y pescados frescos y semillas o frutos secos. Además, se puede complementar con buenos procesados como lácteos, panes integrales o aceites no refinados.
En la cuenta de Instagram de Vitónica hemos ido compartiendo los avances realizados bajo el hashtag #VitónicaRealFood. Las stories destacadas que hemos ido incluyendo las podéis encontrar en este enlace. Esta es mi experiencia la tercera semana como realfooder.
Con menos tiempo el real food se complica
Algo que no puedo negar de estas semanas es que para seguir el reto y alimentarnos únicamente de "comida real" necesitas tiempo. Tiempo para organizar las comidas semanales, tiempo para ir a hacer la comprar y tiempo para dedicarlo a cocinar.
Esta semana, sin embargo, eso ha sido más complicado para mí. Hasta ahora había tenido ayuda a la hora de sacar tiempo para ir a la compra o de hacer la comida. En esta ocasión, no he podido contar con esa ayuda y la cosa se ha complicado bastante. La realidad es que, al contrario de las semanas anteriores, no pudimos planificar todas las comidas semanales y la compra la hicimos un poco por encima, comprando alimentos aptos para el reto, pero sin una organización clara.
El resultado ha sido que las comidas han estado mucho más desorganizadas, la organización de estas ha sido mucho menos lógica y, sobre todo, las cenas se han resentido. Aun así, hemos conseguido no tener que acudir a opciones no adecuadas para el reto, pero sí que hemos tenido que realizar recetas más rápidas e improvisadas. Por suerte, y con fuerza de voluntad, también hemos sacado tiempo para elaborar el pan con el desayunamos y hemos intentado seguir basando nuestra alimentación en productos frescos.
En cualquier caso, sí que he notado que hemos tenido que acudir más al consumo de carne y pescado que las semanas anteriores y hemos necesitado apoyarnos más en buenos procesados complementarios, como la pasta integral o el pan. La fruta y los frutos secos han seguido siendo mis fieles compañeros entre otras, aunque, esta semana, he sentido mucho más antojo de dulces que las semanas anteriores.
En parte, creo que la desorganización ha afectado a mi motivación y las complicaciones externas al reto también me han afectado. La sensación que me ha quedado es de un poco caos y la conclusión que saco es que, para poder seguir este estilo de alimentación, lo más recomendable es seguir una buena planificación.
El peor enemigo de esta semana: la ansiedad
En las semanas anteriores lo que más me ha podido costar ha sido el saber qué tomar cuando salgo de casa. Esta semana, la realidad es que eso ya no me ha afectado. Cuando salgo pido agua o té y si ponen algo de picar simplemente lo evito o pido frutos secos. Además, me han incluido en un grupo de WhatsApp de mi ciudad de gente que está llevando a cabo también el reto o que ha intentado incorporar este estilo de vida. En él comparten locales, bares y restaurantes en las que es fácil encontrar comida adecuada.
De esta manera, el aspecto vida social se ha vuelto bastante más sencillo. Sin embargo, el problema más grande ha sido mi amiga, la ansiedad. Desde hace unos años padezco un trastorno de ansiedad generalizada y, aunque normalmente la tengo muy controlada, de vez en cuando aparece. Esta semana, con todos los cambios y las situaciones que se han ido saliendo de mi control, la ansiedad ha hecho su aparición.
Esto, unido a un incipiente síndrome premenstrual, ha provocado que haya tenido mucha más ansiedad con la comida que las dos semanas anteriores y muchísimo antojo de cosas dulces y "contundentes". La verdad es que no me apetecían dulces ni bollerías procesadas, pero sí que he tirado mucho más de postres "real food" como las tortitas o algunos bizcochos sin azúcar y con harinas integrales. Las dos semanas anteriores comía esas cosas de manera muy puntual, un desayuno a la semana o algo así.
En esta ocasión, ha sido en muchas más situaciones, como en las meriendas, por ejemplo. Por una parte, me alegro de haber sido capaz de no caer - ni sentir la tentación - de comer comida ultraprocesada. Por otra, el hecho de haberme excedido con esos alimentos se ha notado en el proceso.
Lo ideal, especialmente, si seguís este estilo de alimentación con la intención de perder peso, es que no abusemos de este tipo de alimentos y que nos desplacen a otros más adecuados como la fruta o los frutos secos, por ejemplo. En cualquier caso, sé que esta semana ha sido especialmente complicada para mí, que se trata de un proceso a largo plazo y que lo importante es que, a partir de ahora, vuelva a consumir los alimentos más adecuados.
Los cambios en mi cuerpo no han sido tantos
Las semanas anteriores había tenido cierta bajada de peso, además de encontrarme más enérgica, y con muchísimas mejores digestiones y un estómago menos pesado. Esta semana, el haberme excedido con los postres real food y el hecho de que la ansiedad me haya producido mucha más hambre ha provocado que esos avances se hayan estancado bastante.
En cuanto al peso, no he bajado ni un solo gramo. Esta semana, además, por culpa de la ansiedad que he sentido, he tenido bastantes problemas estomacales, he dormido mucho peor y me he encontrado mucho más cansada. Lo que sí he notado ha sido que, a pesar del malestar estomacal y el síndrome premenstrual, no me he encontrado tan hinchada como lo hubiera hecho hace tres semanas.
En cualquier caso, soy muy consciente de que los cambios de hábitos requieren tiempo, también para ayudarnos a mejorar nuestra salud y a encontrarnos mejor. Las primeras semanas, seguramente, los cambios sean muy evidentes, porque el cambio es radical, pero después, este camino es un camino a largo plazo.
Actualmente, lo que he aprendido es que, incluso en las peores semanas soy capaz de no caer en viejos hábitos - hace un par de meses me hubiera pasado gran parte de la semana a base de comida pedida fuera de casa, como hamburguesas o pizza. O, incluso, hubiera acudido a la bollería de chocolate y, en esta ocasión, no lo he hecho.
Una de las cosas que hemos hablado en casa es lo que vamos a hacer cuando acabemos el reto y estamos de acuerdo en que queremos seguir comiendo así a largo plazo. Es posible que seamos un poco más flexibles cuando salgamos de casa a comer fuera con amigos, etc. Pero coincidimos en que nos encontramos mejor, este estilo de vida realmente nos convence y, además, estamos ahorrando dinero ya que comemos mucho menos fuera y compramos muchos menos "extras".
Otra de las cosas que sé, a una semana de terminar el reto, es que probablemente vaya a seguir sin beber alcohol a largo plazo. No lo he extrañado ni una sola vez en las tres semanas que lleva el reto - pero además llevaba desde principios de año sin consumir alcohol ya que era uno de mis propósitos de Año Nuevo -. Me lo paso igual de bien sin beber alcohol y no extraño en absoluto el sabor.
La última semana cumpliendo con el reto se presenta interesante. A pesar de las dificultades encontradas en esta ocasión sigo motivada, sé que, si he superado esta semana con relativo éxito, puedo seguir así sin ningún problema y volver a hacer las cosas un poquito mejor.
Imágenes | Vitónica
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La noticia Más ansiedad y menos resultados: así ha sido mi tercera semana como realfooder fue publicada originalmente en Vitónica por Iria Reguera .
via Vitónica https://www.vitonica.com/dietas/tercera-semana-comiendo-comida-real-complicada-resultados
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